domingo, 20 de enero de 2013


Hay muchos, pero uno de los momentos más emocionantes es el de soltar las pihuelas: para situarnos, estás en el campo, con tu pájaro, la lechuza, el xóric, el águila, en el puño. 
Miras al cielo, despejado, no ves depredadores.  Sacas la lonja, el tornillo, ya sólo agarras tu ave por las pihuelas. Son lo único que la retienen.
Y sueltas pihuelas... Tal vez gritas, dando fuerza al ave, liberando algo.
Acabas de soltar tu rapaz, que vuela libre.
Pasan por tu cabeza todos esos dias de entreno, de amansamiento, de confianza, de conocimiento mutuo, de estrategias…….. y, claro, tienes nervios, alegría… orgullo..
Vuelas una rapaz indómita. Que confia en ti y colaborará contigo.
Y entonces, te abandonas. Te liberas de cualquier preocupación y ya no piensas en nada. Tan solo disfrutas del vuelo. Y estás concentrado en tu águila. Vinculado. Un poco, es como si volaras con ella. Disfrutas y quieres que el pájaro también disfrute.
A veces, se aleja, pero das un pitido y tienes la recompensa: tu ave gira y viene veloz hasta tu puño.
Le das la gorja final que se come en el puño y vuelves a casa satisfecho. Feliz.


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